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Relatos Varios

Orson V. Lalalielo te la entorcho

Orson V. Lalalielo te la entorcho

Apreciadísimo Filandrúpp:

Retomo la nunca abandonada palabra con la esperanza de generar más de ésta por medio de más de aquéllas. Y es que, aunque pudiera haber parecido lo contrario, hoy me sobran las palabras que se me caen de los dedos y no puedo por menos de dirigirme a su vuesía de usted con el coraje redoblado que supone el saberse leído por tan alta y considerada figura, cual Napoleón tras la batalla de las Naciones en busca del Waterloo total en sus Cien días de gloria.
Creo que dejaré por una temporada los halagos hacia su persona por innecesarios en cuanto a de su vuesía sabidos, esperando que no entienda como afrenta ni descortesía mi, en adelante escasez de elogios con que seguiré en las ya tan sólo 19 veces que me restan de dirigirme a su idolatrada excelencia del saber universal, potencialmente hablando, con los escasos conocimientos que este su incondicional tratará de encerrar en sus cartas. Si es capaz de entender, sin duda será por esta capacidad de la que me siento orgulloso igual que un hombre ante una boñiga de vaca adulta aún caliente que le recorre los intestinos durante el bostezo del despertar de una siesta campestre.
Hoy versaré sobre quién sabe qué.
Esta última frase que pudiera parecer vacía de contenido para el más pintado, nos viene que ni aquel al hilo de ninguna cosa para algunos, pero quizás a demasiadas de las mismas a otros ojos. Tranquilo Filito -y permíteme la familiaridad, que cosas más feas he oído de otras bocas en referencia a su persona y ya nos hemos tratado en cuatro ocasiones bien contadas- que habré de explicarme en forma alguna en cualquier momento, aunque por el ídem no acabe de ver claro cuando llegará ese gran sustituido en dos ocasiones y en tan sólo una frase. No le tengo miedo a la redundancia pues probado y confesado es el "mi amor" por ella, pero tendré mis razones no?.
Acaso lo evité por cortesía a su delicada y paupérrima dicción de las nasales o acaso sólo que antes quiero explayarme en la observación de mi antepenúltima frase, contando desde la que estás leyendo, hombre.
No puedo callarlo más y he de decirle que aunque admirable, no entiendo el aguante que demuestra con doña Loli cuando le grita, practicamente a la cara, unas barbaridades que despertarían los diablos en los santos ángeles, sin oponer resistencia a los tirones que aquélla le propina desde el otro lado de la correa con que sujeta y viste su fino cuello, como única prenda. Me parece exagerado el talante y la paciencia que derrocha su vuesía de su organismo al admitir tales y otras burlas en las que abunda la dicha sujeta, y es por ello que me tiene confundido.

Dicho esto, me arrancaré por de ende que los versos osados del osado Macarróstenes allá por el siglo VII antes del jesus, ya que tampoco me veo yo con ganas ahora de afilar lo que ni siquiera se ha insinuado aquí, al menos en mi presencia, vaya:

Hoy versaré sobre quién sabe qué,
pues qué sabe quién sin duda
sin ninguna prisa, sin amargura
pero no es quien para depende qué.
Si versando en la eterna duda
de qué sabe quién o quién sabe qué
hubiera hallado fortuna aquel
velero bergantín
bajel timorato le llaman...

Perdimos la conexión pero tampoco pretendo ya más esfuerzo por hoy de su parte, por lo que iré despidiéndome de la vuesía de usted con todo mi respeto y cordialidad posible, humanamente narrando.

Orson

Orson (IV). Carta bomba con efectos retroactivos

Orson (IV).  Carta bomba con efectos retroactivos

Forrito Filandrúpp;
No he podido por menos de alegrarme al divisar tras las unas escasas líneas dedicadas a mi persona a la persona de usted, que ruego excuse mi airada carta muda en tono y contenido, para retomar el espíritu de mecenazgo que le procurará este que le escribe a través de sus escritos, redundándose a placer y en el placer de la redundancia reductora del vocabulario del que hoy parezco escasear. Mi admiración por su pretendida persona y genio a mis ojos una misma cosa es, pregúnteme por que letrita, aún en la certeza de ser el único que no le conoce suficiéntemente como para no ver lo evidente del tremendo potencial que encierra su vuesía. Hechas las alabanzas seguiremos con lo nuestro del ilustrar en la defensión de la polisemia del ser y en sintonía con mi primo lejano Aristólefes.
En esta cuarta entrega habremos de perdernos en los laberintos del silogismo puro advirtiendo al lector que cualquier parecido de la materia enunciada que se parezca a la realidad será negada con un loop eterno de noes en pantalla, que harán evidente que usted no tiene razón y el autor también no (*1) o menos, cuanto más, aún conviniendo en otras cosas que no vienen al caso por lo de otras primeramente. Y si usted no tiene razón, el autor también no o menos, y la razón le dice que de razón en sí, mas bien poco ha de encontrar en estas palabras, ¿no habremos de colegir con la simplicidad de un avión -mecánicamente hablando- que acaso hemos metido el pie hasta la rodilla en el orto de la llaga?
Antes de ir tan allá, creo necesario referirnos a las enseñanzas que transmite el extracto del papiro hallado del 373 adc, que le dejo a continuación y que recoge las conversaciones de los dos pupilos de Arístófétén; Nófumes y Aristólefes.

"Nófumes- Confiésome entusiasmado con los silogismos que el maestro nos enseña, amigo Aristólefes.
Habrás notado sin embargo en sus palabras un cierto desdén hacia Pistilo
Luego no eres más que un cotilla de los asuntos de los demás, amigo Aristólefes.
Aristólefes-Paréceme haber oido una estupidez muy muy grande proveniente de tu estúpida boca, mi buen colega Nófumes
Presumo de poseer un excelente oido que dejaría temblando al más sordo en una competición federada en categoría infantil
Luego tienes el espíritu de la tontería arraigado fuertemente en ti, el supertonto que auguraba la profecía.
Nófumes- Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces querido y sensible Aristólefes
Presumes de poseer un excelente oido que dejaría templando al más sordo en una competición federada en categoría infantil
Luego careces de poseer un excelente oido que dejaría temblando al más sordo en una competición federada en categoría infantil
Aristólefes-Aunque increíble has sido capaz de superarte en tontería mi nunca vituperado en exceso Nófumes, hijo de Ganián
Me pregunto si guardarías la merca en el hueco dejado por tu cerebro antes que llegue la patrulla y nos entoligue de marrón
Luego se demuestra de nuevo la conclusión del primer silogismo que ya he gastado anteriormente y que acabará con nuestra disertación espero de por vida.

El frio había llegado a la polis aunque no tanto como para aceptar el ofrecimiento de Aristólefes en cuanto a calentarme lomo y morros. Sus palabras me resultaban confusas aunque lo amaba en silencio con la ternura de una estampida de búfalos sobre los genitales. Era tiempo de coger el metropolis y volver a casa. "

Desgraciadamente parece que no se conserva más obra de los autores citados que esta carta bomba en la que se intuyen conexiones que van más allá del universo conocido a unir sabe dios qué, aunque espero sea suficientemente interesante a sus exigencias de lectura y acorde a su altísimo nivel de metro ochenta y pico. Tremendas reflexiones y porqué no, me pregunto, dolores de cabeza. Con la misma facilidad, me contesto, en un intento de liberarme del ostracismo al que parece me hubiese condenado su vuesía, con la rebeldía de una lechuga lechuguina que no encuentra una respuesta adecuada a su inexistente cuestión en el jardín de la alegría (al que quería tu vieja que fuera y no sé a qué, la verdad).

Pasará un tiempo antes de mi próxima carta, ya que me operan la cadera en unos días por aquello de nuestro último inolvidable encuentro y mientras tanto espero que le solucionen lo de sus ataques de caspa.

Reciba usted un sincero y afectado saludo de este su admirador

Orson


(*1) En grecia "También no"= "tampoco"

Orson (III)- La carta muda

Orson (III)-  La carta muda

Admiradísimo Filandrúpp:

Hoy me decido a interrumpir su silencio con esta tercera misiva esperando alimentar en manera alguna su hambre de sabiduría infinita que tanto ha de dar que hablar a generaciones venideras, no sin antes prevenirle de mi doble ignorancia en todo lo que he de tratar a continuación, pues aparte de no saber nada sobre lo que he de versar, confiésole un supino desconocimiento en la materia que hubiera de ser comentada de la mano de la improvisación.

Y así, con cierto tembleque de saberme leído también por el señor del ñogal y doña loli procedo a continuar sin un qué decir en lo que daré en llamar estilo “carta muda”, con ánimo de llamar a las cosas por su nombre en estos tiempos en que parece abundar el bautizado y dicho estilo como sin duda convendremos, pues le tengo a usted por buen observador y conocedor del panorama actual en el que los maestros de tal arte (sí, es un arte) dominan los medios y enteros de comunicación. Me explicaré en esto que aún no he dicho y que no sé si acabaré por definir pues acabará por no apetecerme, según me va pasando el desinterés por encima.

Partiendo de aquello que usted pudiera haber imaginado sin que yo tuviera demasiado que ver en ello le he de decir que siempre le creí más prudente en esto de imaginar por lo que me reservaré opinión alguna y cambiaré de tema con la suavidad de un oso en celo, llevándole con tan sólo una frase a la ensoñación misma que provoca la ensoñación en sí, y esto no me lo negará por cuanto que no habré de pronunciarla ni escribirla. Acaso podrá achacarla a su imaginación pero lo que es a mí de qué -vaya en mi defensa que casi no me he estrenado aún en ideas y para muestra ruego me relea, su vuesía -.

No he de decir esta boca es mía, ni pío, ni mú. Mis labios están sellados, soy una tumba, me renquea la nariz, y en fin, que hoy no hago discurso y me pongo en huelga de palabras dolido tras nuestro último encuentro en la enfermería, en que quizá confundido y envuelto en las turbias palabras de ese, su amigo suyo que diserta sobre los números a traición, no paraba de balbucear extraños sonidos que salían de su burbujeante boca. Supongo que en uno de sus continuos, caprichosos y sorprendentes giros de cabeza acertaría a verme un instante, sentado a sólo unos metros de distancia y sin embargo no se dignó a saludarme. Déjeme decirle que las gafas y el palo con que azuza a la gente en sus aleatorios espasmos arrítmicos no le procurarán amistad con este que se desahoga ahora, incapaz de quejarse de los golpes recibidos entonces por encontrarme amordazado, enfundado y lejos de la atención de mi cuidadora que tan generosamente escuchaba las penurias de una quejicosa doña loli en la sala de al lado. No le guardo rencor, no me juzgue mal, algún día relataré con orgullo el haber sido apaleado por un genio en un día que nunca olvidaré, por coincidir con la pérdida de mi dentadura y del armonioso andar que me caracterizara antes por el problema de la vértebra aplastada.

Sentí enterarme acerca de su sordera crónica por doña loli y aclaró alguna duda que me habitaba por un tiempo sobre la actuación de su persona en las últimas otras veces en que nos hemos cruzado por algún pasillo. Me hace albergar nuevas esperanzas para con nuestra amistad que espero encuentre a bien relatarme pronto en la misma sintonía que antes nos uniera sin haber intercambiado mensaje, o recado. Quizás no apruebe mi estilo narrativo y le conmino a que lo exprese en forma alguna pues de lo contrario amenazo con seguir escribiéndole a toda pluma en viendo que me lleva la contraria en cuanto a darme la razón por medio de aquello de la callada por respuesta.

Muy amigo suyo de usted, afectuosamente

Orson

¿Está usted de broma, Sr.Ñogo?

¿Está usted de broma, Sr.Ñogo?

Estimado D.Pillo Ñogo Ñogo:

Me presentaré: soy Doña Loli, la enfermera del Sr.Orson. Por causa de una severa indisposición bacteriológica a la misma altura en la que el recto deja de serlo, el Sr.Orson me ha pedido le escriba éstas líneas en su nombre.

Hace algún tiempo se planteaba a nuestro amigo Filandrupp la pregunta de la existencia de los números, y con fruición devoré la diestra singladura de usted a través de camisas con muchas varas. Al hilo de ello, permítame proponerle una respuesta a lo siguiente: ¿Existe el número 1?

Es mucha la hilaridad y chanza que este tipo de preguntas desatan en las mentes preclaras de respuesta rápida, caso que no es el mío, por cierto, y no sé si el de Filandrupp. Y dado que los juicios de valor que rápidamente guillotinan no son de mi gusto, saborearé el lento desarrollo de los siguientes pseudo-razonamientos.

"Es el colmo de las preguntas tontas", será el pensamiento-guillotina de cualquier mente que se sabe inteligente. Habrá que buscar una mente menos inteligente si queremos extraer algo más de esencia de esa pregunta, de manera que el próximo punto no sea el final, y para ello ofrezco la mente de esta servidora en humilde sacrificio.

Deberíamos empezar por meditar sobre la diferencia entre número y cantidad. Por ejemplo, si en mi vaso hay agua, admito que existe una cierta cantidad de agua, y estoy admitiendo también que el concepto abstracto cantidad está entonces asociado a entidades reales. La mera percepción de que algo existe es prueba suficiente de que hay una cantidad. El concepto de existencia y el concepto de cantidad son inseparables, luego la cantidad existe como algo real. Hasta aquí bien. El problema surge cuando queremos medir esa cantidad. ¿Qué digo: hay 1 agua en mi vaso? ¿O hay 2 aguas? ¿Cuántas aguas hay en mi vaso? Es entonces cuando aparece el número. E intuimos la respuesta: necesitaremos un consenso para decidir cuántas aguas son las que hay en el vaso. Los científicos los construyen así: acordamos que la cantidad de agua que cabe en el vaso se llamará UNO. La unidad, y el Número por extensión, serían convenciones, útiles humanos, elegidos arbitrariamente, por lo tanto sin reflejo real, pero NO son la cantidad en sí misma. "¿Existe el dinero?" es una pregunta parecida. Existe en el mundo de las convenciones humanas; el cometa Halley no sabe nada de dinero mientras gravita, ni calcula nada numéricamente, le basta con ser sí mismo a cada instante.

-"Falacia", piensan las mentes-guillotina, "porque incurrimos en contradicción: en el mismo ejemplo donde se duda de la existencia de la Unidad como ente real, se admite en cambio la existencia de UN vaso con el que se hace la medida". Sí, pero no. El concepto "vaso" es igualmente una convención. El objeto real "vaso" es una cantidad de componentes unidos entre sí (átomos, de momento) que nosotros englobamos arbitrariamente como "uno".

- "Bien, pero entonces de nuevo admitimos la existencia de al menos 1 átomo, unido a otro átomo, y a otro, así hasta componer 1 vaso, y siempre está implícita la existencia de una unidad de algo, sean átomos o vasos". Ya, aunque... ¿No resulta sospechoso que tanto objeto diferente se llame igual: 1? ¿No será una etiqueta que los humanos colocamos a las cosas para manejarlas cómodamente? La cantidad de las cosas es un ente en sí mismo, el número sería la etiqueta que el humano les acopla para poder manejarlas, tan arbitrario como el concepto de unidad que se elige por convenio.

Rara es además la existencia de algo unitario, la unidad es una ilusión. Incluso el vaso, aparentemente estático y corpóreo, evapora en cada instante átomos y radiación que se desprenden de su superficie. A cada momento es "menos vaso" que el instante anterior, porque cualquier objeto que no esté a 0º Kelvin evapora inevitablemente; si antes era 1 vaso, ahora sería 0.999 vaso. ¿O salimos del apuro llamando vaso al objeto que cumple la humana función de servir para beber, da igual que con más o con menos átomos? En ese caso llamamos 1 a la función, no al objeto; este UNO deja de ser un ente real, para ser el nombre de una funcionalidad humana otra vez, una etiqueta. Bajando hacia el vertiginoso mundo de lo microscópico en busca de esa unidad no divisible en más unidades, llegamos al resbaladizo terreno de lo cuántico, donde los contornos de los objetos se desvanecen, donde "1" electrón pasa por "2" rendijas a la vez (¿serán 2 electrones? ¿o es 1 electrón dividido en 2 partes? ¿entonces deja de ser 1? ¿o son 2?...) El electrón y demás partículas pasan a tener carácter ondulatorio, como el agua, y se desdibujan los límites. Es precisamente el espejismo de los límites lo que en el mundo macroscópico nos permite separar el vaso del aire que le rodea, y poder decir "un vaso". Pero lo decimos gracias al espejismo que nos oculta información de las escalas más pequeñas. ¿No será igual de absurdo decir "aquí hay 1 electron" como decir "aquí hay 1 agua" o "aquí hay 1 aire"? Cantidad, número, etiqueta... Es como preguntar si la palabra "perro" es real, si está encarnada en alguna propiedad física. Pero no, la palabra es una etiqueta inventada por el hombre, el perro en sí mismo es su única realidad, incuantificable porque es ilimitado cuando se observa al completo, y no desde la lejanía de lo macroscópico. Y si nada es cuantificable con precisión a todas las escalas, deduzco que nada es numerable a no ser de forma ilusoria desde nuestro ficticio mundo al que egocéntricamente asignamos la escala "1:1". Tiene miga la cosa...

PD: Existen hojas de reclamación a disposición del lector ofendido. Otra cosa es que sea usted educado, fenómeno que suele ser escaso, y otra es que yo quiera dárselas, que en función de lo primero, ya se verá.

Para Don Orson (I)

Para Don Orson (I)

Queridisimo Don Orson,

tarde y mal le escribo y me disculpo en nombre de nuestro comun amigo Filandrupp, pues como usted sabe ocupado me anda estos dias mejorando, si es que esto es posible, su caligrafia de la “e”. Pues ea!, aunque nadie me llame a tales berejenales y sabiendo que soy dado a meterme en camisas de 11, y aun de 12 y 13 varas, le contestare con toda la energia que tengo, a pesar de que guardarme algo deberia para poder seguirle a lo largo de las 23 cartas restantes con que amenazados (y temblorosos añadiria) nos tiene usted.

De su primera epistola, pues su segunda y esta se han cruzado por el camino, he de responderle, si es que algo le he entendido y si esa era su intencion en aquel estado de conciencia excepcional en que debio escribirla, bajo influencia de algun espiritu burlon, sin duda. Y he de responderle a dos cuestiones ciertamente relevantes que citare a continuacion; la insoportable levedad numerica y su archinombrada ley del ñogoñogo. Aunque su teoria de la rebatibilidad es tambien ciertamente notable y sinsentido, se la rebatire algun otro dia en que el mismo espiritu que le alumbra me ilumine a mi tambien.


Vayamos sin mas dilacion con los numeros. Los numeros estan vacios, acordamos entonces y ahora, pero aun y con todo, son los elementos con los que la naturaleza nos habla en su lenguaje matematico. Aunque busque y rebusque en cualquier libro del arte matematico algo que no sean simbolos no los encontrara y los unicos numeros que vera son los de las paginas. El nivel de evolucion y abstraccion de este arte o ciencia es tal que los numeros han desaparecido de su idioma. Cuando se dice x se dice cualquier numero y , ay! se dice pronto; los hay de los de todos los dias, los enteros (que no estan quebrados) pero tambien los hay partidos o fraccionados, asi como numeros reales como si los anteriores fueran de broma. Y si soñar es lo que queremos hasta imaginarios los tenemos, que junto a los reales forman un numero complejo. Y todo esto con una simple x. O sea que x puede ser uno o todos, y al fin no ser ninguno. Rebatame esto si es que puede.


Pero esto no ha hecho mas que empezar pues los numeros y las matematicas (no me confunda las dos cosas pues casi le diria que los primeros serian prescindibles en el universo del segundo) tienen su analogia en el mundo de las letras. Igual que los literatos tienen sus palabras donde juntan las letras y sus reglas para unir palabras, en la matematica existe algo parecido pero de mucho mas alcance. Vamos, que las letras y palabras son a los numeros lo que la sintaxis y morfologia es a la matematica. Este ejemplo, aunque cojo, sabe volar si le dejamos. Veamoslo.


Si a un salvaje le damos un cajon con palabras y otro con las reglas para juntarlas no sabria que hacer con ellas pues le falta el eslabon mas importante. El significado que asignamos a cada palabra y que hace que cuando oimos la palabra casa aparezca en nuestra mente una “casa”. Esa es la conexion que le falta. Este proceso es personal e intransferible, moldeado por nuestros mas reconditos recuerdos y cincelado por la educacion y ejemplos recibidos, hasta tal punto que la “casa” que se representa en mi cabeza no sera la misma que en la de vuestra merced. Esta falta de precision y de correspondencia es fuente de malentendidos y de inspiracion, de la que hacen uso los chistes y los poemas. Precisamente, lo dire sin mucho entusiasmo pues no entiendo de esto, creo que la poesia conecta palabras alejadas en nuestro cerebro y al unirlas recorre un camino que nos evoca sentimientos distintos a los meramente expresados con palabras.


La semantica en matematicas es la ciencia fisica. Es la fisica la que sustituye al proceso asignador de sentido a los meros simbolos. Esta ciencia es la que llena el vacio abstracto por el que avanzan las matematicas sin rumbo fijo. Pero hay una diferencia esencial y es la precision con la que ocurre la asignacion. No hay resquicio para la duda o el doble sentido como debe ser en el idioma del universo. El lenguaje de los hombres puede permitirse estas licencias pero la naturaleza habla con precision, aunque con fino humor, si se la sabe leer.


Ambas ciencias, matematicas y fisica, avanzan casi sin verse la cara. Unos tejen su red sin preocuparse de los otros lo cual es ciertamente notable, porque se da la curiosidad de que si en algun momento los fisicos se encuentran sin armamento matematico deben aguardar a que los matematicos se la presten. Los fisicos sin duda se encuentran mas al descubierto en su lucha abriendo camino en la selva que es el universo. Son por decirlo asi, la infanteria de este ejercito y los matematicos estan en retaguardia preparando armas a distro y siniestro, a veces seran utiles y otras no, pero por si acaso no se tira nada, que quien sabe si dentro de unos lustros seran mas adecuadas en otras lides.


Bueno. Vaciados aun mas si cabe, los numeros, pero vueltos a llenar con la ambrosia que la fisica nos da queda dicho lo que se ha dicho y no hay mas que hablar que no sea del ñogoñogo. Pero esto es harina de otro costal y sin ser mi intencion, pero si mi afliccion, he de decirle a usted que cuando se llegan a mis 114 años mas puede una hora de mas que una de menos y que con un boton se tienen mas posibilidades que con un ojal a la hora de acertar por que lo que uno da el otro lo quita. Sin duda sabra que como dijo el otro, mas vale ser precavido a la hora de la verdad que hablar sin ton ni son, que para este menester ya esta el colega del Lobato. Y si esto no le basta es que no me conoce lo suficiente y no sabe con quien se anda.


Sin mas, pero tampoco sin menos, se despide afectuosamente

pillo ñogoñogo

Orson 2

Orson 2

Queridísimo y distinguido Filandrúpp;

Vuelvo a escribirle tras unos días de espera y ante la falta de respuesta que entiendo como "otorgue", a sabiendas del interés que debió suscitarle mi primera carta. En esta segunda, quisiera profundizar algo más en la ya nombrada "teoría de la rebatibilidad" que apenas desarrollé por dosificarle el esfuerzo, y que tendremos ocasión de desenmarañar en estas 22 joyas que me restan de escribirle. Intentaré que el estilo claro y bien estructurado que caracterizó la primera, sea el que marque las restantes, pues espero que con ellas pueda llegar a formarse suficientemente a mi propósito de mecenazgo de jóvenes talentos, que básicamente consiste en el legado de la sabiduría que encerrarán estas letras y por carecer de otros medios más tangibles, que a bien seguro menos rico le harían. Sepa usted que admiro profundamente su capacidad y el tesón con que se abandona a su tarea y es por ello que quisiera ayudarle en lo que estuviere en mi mano. Yo fui también una joven promesa y entiendo como ha de sentirse ahora mismo a sus apenas 46 años recién cumplidos con las ganas de comerse el mundo. Cuando hoy me ha llegado el rumor de su exponencial progreso en el arte de la caligrafía y de las maravillosas "aes" que ya sabe hacer me he convencido del potencial que creí descubrir hace apenas tres décadas en el día que le encontré en aquella reyerta en la que llevó la peor parte. Tengo esperanza en que continúe con las siguientes vocales y abandone la idea de especializarse, ya que quizás sea aún un poco prematura la dedicación exclusiva a tan ambicioso proyecto. Dejaré de momento de lado alabanzas y cuestiones personales y entraré de lleno en la teoría que le he de imbuir por completo para su deleite y mi necesidad de divulgación. Le voy adelantando el título de la segunda entrega para que vaya oliendo lo que será el suculento plato que le espera:

Existe vida después de la muerte? Que Joío Filandrúpp, y yo que sé. Increíblemente estúpida, la pregunta y sin embargo ha tenido y tiene a muchos hombres entretenidos con ella. Que la vida existe es un hecho cuestionable aunque poco seriamente, a menos que me pique usted un poco más y acabe defendiendo a muerte la postura en que la vida nada es, en ánimo de conversación. La vida existe pues, y debido a la opción tomada por un servidor, como digo. ¿Ganas de rebatir tienes o aún preferirías que adoptara la posición contraria para ello? Ya me contarás en tu próxima y primera carta que espero te dignes a escribir. De momento y como callas aparcaremos el tema y descompondremos la pregunta original en varios pasos para una mejor comprensión:

Existe ?

Vida ?

Después ?

De ?

La ?

Muerte ?

Vaya, parece que no ayuda nada. Me pregunto que le falla a este método de libro. Si antes pensaba que la pregunta era tonta por la imposibilidad de responder con rigor, me atrevo a calificar como aún más estúpida cualquier respuesta por ello mismo.

"Só" o quizás "ní", de seguro.

Tengo que dejarte pues en cinco minutos tengo sesión de visitas. Aún tengo que sacar mis figuras perfectas y hacer el numerito frente a la ventana. Quizás algún día alguien comprenda lo que tan sólo interpreto cada día por inercia y escriba sobre ello.

Seguimos hablando.

Orson

Elogio de la locura

Elogio de la locura

Durante la guerra civil española, una familia fue dividida por razones de seguridad y el azar llevó a un niño perteneciente a esta familia a un sanatorio psiquiátrico, en calidad de refugiado.

De aquél momento data la primera experiencia mágica de aquél niño, que recordaría el resto de su vida.

Un interno del sanatorio se hallaba de pie frente a una ventana, con ambas manos alzadas. No rezaba, como pudiera parecer. En sus manos sostenía unas figuras: un círculo en una, un cuadrado en otra. Se trataba posiblemente de las fichas de algún juego infantil. Pero aquél interno no jugaba; por el contrario, se encontraba serio y absorto en profunda contemplación del paisaje que se divisaba desde la ventana.

El niño refugiado, que desde un rincón veía la escena, no quiso dejar escapar ese momento de diversión y siguió observando la peculiar escena. El interno miró con atención la figura que sostenía en su mano izquierda, deteniéndose en ella, repitiendo luego la operación sobre la de su mano derecha y deteniéndose también. Levantó su mirada hacia el paisaje sin fin al que se abría ante su ventana. Y entonces, el interno asintió: había comprendido algo. Su gesto, expresivo y revelador incluso para un niño de corta edad, significaba:

- Ahora lo entiendo todo...

El niño nunca supo qué habia entendido el interno. Sólo supo que le marcó de forma indeleble, por razones difíciles de explicar. Nosotros, adultos progresivamente simplificados y simplificadores, decimos: "Bah, sólo era un loco". No sabemos explicar ni nuestra ontogénesis, muestra suprema de nuestra abismal ignorancia de los procesos más hondos de la naturaleza que nos dan la existencia, y sin embargo nos erigimos en jueces y rápidamente dictaminamos "era un loco", "qué tontería", etc. ¿No seré yo el loco y el tonto?

Aquél niño percibió, a través de la duda que aquella escena le produjo, su propia incomprensión de lo que allí estaba ocurriendo. ¿Era un simple loco aquél hombre, o había allí algo que debía ser comprendido, en la relación mística entre el círculo, el cuadrado y el universo extendido frente a aquella ventana?

La respuesta se fue con el interno, y su impronta en el mundo sólo permaneció en el recuerdo de aquél niño, y hoy en éstas frases. Extraña cadena de efectos mariposa, como lo es Todo, por otra parte.

¿Acaso no somos capaces de percibir el orden casi mágico que subyace bajo el ruido aleatorio y artificial de nuestra vida diaria? No nos asombra en absoluto despertar en un mundo donde los árboles crecen, donde un sol brilla cercano, donde hay billones de otros soles, donde los animales ya eran autosuficientes antes de que apareciese el primer hombre, el último en llegar. Es como si un náufrago, al llegar a una isla desierta, se encontrase en ella alimentos que se renuevan solos, alojamiento, luz, calor, y en lugar de asombrarse, dijese:

- Pues me parece normal. Llegué, estaba así y lo aproveché, ¿qué pasa? ¡Tonterías!. Y ahora vamos a lo importante: ¿cómo quedó ayer Fernando Alonso?

¡Noo!¡No es "normal"! Día a día olvidamos que vivimos en una realidad harto improbable, nacida de un océano primigenio de partículas desordenadas (Big Bang) cuya probabilidad de convertirse exactamente en éste universo (y no en otro) es tan próxima a cero como podamos querer calcular. No debemos usar la palabra "milagro" porque tiene connotaciones demasiado culturales y alejadas del conocimiento de la realidad, y tampoco debemos confundir azar con necesidad, pero la usaré como sinónimo de fenómeno de probabilidad asintóticamente próxima a cero. Para que nos entendamos, permítaseme esta licencia: fenómeno IMPOSIBLE. Y sin embargo aquí estamos todos, desde el mejor de los hombres hasta el último de los átomos, pasando por todos los mosquitos, virus, granitos de arena, etc, uno por uno, todos igualmente ponderables frente a las inmensas escalas de observación que hay por encima de nosotros. Qué vértigo.

El niño era mi tío, él me enseñó (sin pretenderlo) a NO considerar "normal" el mundo que me rodea, y por esa razón tampoco me atreveré a llamar loco a aquél interno que, frente a la ventana, descubre cuál es su lugar en el mundo.


P.D.: Cita de Isaac Newton: "No sé qué impresión produciré ante el mundo; pero a mí me parece ser un niño que juega en la playa, y que de vez en cuando se encuentra un guijarro más redondo o una concha más hermosa de lo ordinario, mientras el gran océano de la verdad permanece sin desvelar ante sus ojos".

Él también tenía una ventana, según parece.

Orson

Orson

Queridísimo amigo Filandrúpp:

Intentaré en breves líneas de dar cumplida respuesta a su reciente desafío sobre la cuestión de la existencia real de los números, adelantándole de antemano el sentido negativo en que mi argumentación versará para colmo de su paciencia y a sabiendas de la complejidad que entraña semejante despropósito. Por eso le digo que reciente, pues quería que fuera una sorpresa y  he tomado la iniciativa de auto desafiarme por ud para   proponerle a su vuesía  rebata  los argumentos que en las que serán mis 23 cartas de juventud hallará y me disculpe por la primera intención que expresa la primera frase. Pretendo con ello desarrollar mi “teoría de la absoluta rebatibilidad” y usted tendrá que tragarse aspavientos y admitir que cualquier pensamiento tiene siempre otro punto de vista que justifica el pensar de otra manera distinta al menos como distracción.  Le ruego me permita tutearle durante las siguientes líneas dado el caso que lo escrito, escrito queda y tuteado ha de verse si ha menester de seguir leyendo.

Los números como abstracción, como el idioma del universo…

Si los números existieran con ellos podrías pagar y no con dinero, no?.  Ganas de argumentar en contra tienes? Ayudarte podría la consideración de los números, esos entes que defiende la soberbia matemática, como poco preciados o de poco valor, si bien caerías en el lado oscuro de la paradoja que acabo de plantear a propósito de perderte en mi teoría de la rebatibilidad apenas encarada. 

Los números no son sino herramientas etéreas sin cuerpo físico, que necesitan referirse a algo para tener un sentido. Dos vacas son dos vacas y sin embargo “dos” a secas no dice nada. Nos sirven para contar cosas pero nunca un número me ha contado nada hasta el momento. Yo les cuento ahí que te cuenta uno tras otro pero, ellos?. Eso prueba cuanto menos que los números no tienen conversación y la gente de pocas palabras no suele ser de fiar luego… -Cha cháaan!-

No he conseguido convencerte aún? Bien, bien, veo que me aguantas ahí bien  así que seguiré un algo más, para anunciarte el final de este apasionante episodio, que te emplazo a rebatir :

Ley del ñogo-ñogo. No dirás que no tiene tirón. Ya de por sí misma casi ni le quedan a uno ganas de enunciar nada. Le sobran explicaciones pero haré el esfuerzo de acallar el eco que sin duda te habrá provocado para dejarte ver que en dicha ley no aparece un solo número. Dónde están cuando se les necesita?, te estarás preguntando ahora con la lágrima fácil de un niño al que le pasa un autobús por encima. Por si aún no reniegas a su fe y divulgación, te la enuncio tal cual; dice así; quien bien te quiere te hará llorar al menos un poco. Se me olvida algo…? Quizás un ñogo…es igual, seguimos en contacto..

 

Orson