Había una vez un planeta libre.
Todo en él era libre. Por ejemplo, la educación, o la circulación del tráfico en las ciudades, y muchas cosas más, eran libres, se autorregulaban sin intervención de poderes concretos.
Tan grande era la importancia de la libertad en este planeta, que los alumnos de los colegios también eran libres de ir o no a clase, autorregulándose, y los conductores eran también libres de circular por cualquier calle de la ciudad, porque no existían señales de tráfico, ni direcciones prohibidas. ¡Faltaría más! El planeta hacía ondear orgulloso su bandera: ¡Somos el planeta más libre de la galaxia!
Bajo esa alegría planetaria, flotaban sucesos inquietantes. Se daba el caso, por ejemplo, de que a veces los alumnos de los colegios decidían en masa no asistir a clase, cosa perfectamente legal. Las razones nunca estaban del todo claras. Se decía entonces que se había producido un "crack" educativo en tal o cual fecha. Las aulas quedaban casi vacías, peligraba la institución de la enseñanza, y con ello la sostenibilidad de las generaciones futuras.
Igualmente, el tráfico rodado en ocasiones se colapsaba. Miles de automovilistas eran libres de circular por una misma vía, incluso en direcciones contrarias, pues ninguna norma lo impedía, creando atascos de horas o hasta días de duración. Se hablaba entonces de "crack" circulatorio y era portada en los medios de comunicación. Los expertos analizaban estos fenómenos en profundidad, y existían empresas y universidades dedicadas en exclusiva a seguir las tendencias diarias de estas fluctuaciones. Era corriente encontrar analistas observando atentamente gráficas de las oscilaciones, por ejemplo de las asistencias a clase de los alumnos, o de la fluidez del tráfico en la ciudad. Se oían valoraciones como:
- "El lanzamiento de la nueva consola XBX en ESP provocará una tendencia a la baja en la asistencia del alumnado a los colegios PUB".
- "El cierre del centro comercial ECI en la zona centro augura un incremento en la fluidez del tráfico en el distrito CTR".
Siendo así las cosas en este mundo feliz, ocurrió un día que un niño veía las noticias en televisión. En ellas se informaba de graves problemas en los colegios por falta de asistencia, y de terribles atascos en la ciudad. El niño se rascó la cabeza, recordando que no era la primera vez que esto ocurría, y dirigiéndose a su padre le preguntó:
- Papá, ¿Por qué hay cracks? ¿Los habría si fuera obligatorio ir al colegio? Los niños faltarían menos a clase, aunque tuviesen una consola nueva. ¿Y si en las calles pusieran señales de tráfico? Habría menos atascos, ¿no?
El padre miró escandalizado a su hijo, alarmado ante la posibilidad de tener un retoño extremista y antisocial:
- Verás hijo, nuestro planeta es libre, eso de "obligar" es un atraso inaceptable, y este es un valor que sobrepasa cualquier inconveniencia. Por eso disponemos de un sistema educativo libre, de un sistema circulatorio libre, etc. ¿Que tiene inconvenientes? Como todo en la vida, hijo mío, pero la Libertad, muchacho, es un bien que ha de estar por encima de toda circunstancia pasajera.
- Pero papá, si pusieran semáforos en las calles, y señales de stop, y cedas, los coches se repartirían mejor por la ciudad y se atascarían menos, y si los niños fueran obligados a ir al colegio, entonces...
- ¡Hijo! ¡Calla, calla! ¿Qué estás diciendo? ¿Semáforos? ¿Niños OBLIGADOS a ir al colegio? ¿Qué clase de mundo sería ése? Cuando seas mayor lo entenderás. Lo que propones es, ni más ni menos que ¡un Estado intervencionista! ¡Por favor! ¡El Estado obligando a niños a ir contra su voluntad al colegio, y a adultos a conducir por donde no quieren...! ¡Que aberración! ¡Eso sería el infierno, hijo, ni se te ocurra volver a pensarlo! ¡Desembocaría en un régimen dictatorial!
Después, más calmado, el padre continuó:
- Y por cierto, me dejarías sin trabajo, recuerda que soy broker en una gestoría de tráfico, mi cartera de clientes se compone de conductores de automóvil que me pagan cada mañana por aconsejarles sobre cuáles serán las carreteras menos congestionadas, resultado éste que obtengo de complejísimos indicadores matemáticos multidimensionales de densidad de tráfico y otros factores, que necesité años para aprender. Imagina, hasta se han concedido premios Nobel a algunos de sus descubridores. ¡Son muchos los conductores que nos lo agradecen, las propias ambulancias ahorran muchos minutos al día en sus recorridos al eludir atascos, gracias a nuestros consejos estadísticos! ¡Y tú quieres dinamitar todo el sistema!
- Ya, papá, pero sólo digo que eso es como un tuerto guiando a un ciego, es un éxito de mentira, porque si el ciego se puede curar, es mejor curarle, y no ponerle un tuerto como guía, es un apaño feo. Así pasarían menos esas cosas que dicen las noticias, eso de los desplomes bursátiles, las crisis, los cracks, las burbujas...
- ¡Ya está bien! ¡Vas a dejar de decir tonterías ahora mismo!
- Pero papá, si es sólo eso, que en lugar de dejar que todo vaya al azar, o al capricho de cualquiera, se regule un poco, que si estas cosas son impredecibles y explotan a veces es porque nadie quiere fijar reglas que las sujeten, mira el atasco del otro día, ese que duró dos días y se chocaron tantos coches, si pusieran un semáforo en la esquina de abajo, seguro que...
El padre, iracundo, resoplando por todos sus orificios, imaginándose a sí mismo despedido de su trabajo por culpa de un semáforo y un sistema de tráfico ordenado (al fín y al cabo, él era pescador gracias al río revuelto del tráfico), finalmente le soltó una bofetada al niño: ¡ZAS!
- ¡Buaaaaaaaaa!
- ¿Te gustan las normas, las dictaduras intervencionistas, y obligar niños? Pues ahí tienes una obligación: ¡A la cama! ¡Poner señales de tráfico, lo que hay que oír! ¡Por dios que a la Libertad no se la toca en esta casa!
Ejercicios para el lector:
1- ¿Cuál es la moraleja de este cuento? ¿La tiene? A modo de ejemplo, ¿entenderá el niño alguna vez por qué en la Tierra los precios se autorregulan de igual manera que el tráfico en su planeta? ¿Llegará a entender que el precio de una hipoteca dependa de los temores de los accionistas, que (para sorpresa del niño) son totalmente libres de elegir el precio de venta de sus acciones? ¿Es razonable que el valor objetivo de una empresa se determine por los miedos subjetivos de un ente débil y poco fiable, el llamado "inversor"?
2 - ¿Qué régimen de bofetadas recibiría el niño si formulase estas preguntas además de las anteriores? Expresar el resultado en leches/min. ¿Debería el hijo denunciar a su padre por maltrato? ¿Debería el padre denunciar a su hijo por tontolhaba? Razona tu respuesta.
Referencias: Ésta misma